miércoles, 17 de septiembre de 2008

Nos traicionaron: Jorge 40




La euforia de los paramilitares se inició cuando Álvaro Uribe Vélez era inatajable en las encuestas como candidato presidencial, continuó al éste ganar la presidencia de la República en la primera vuelta de las elecciones de 2002
La euforia de los paramilitares se inició cuando Álvaro Uribe Vélez era inatajable en las encuestas como candidato presidencial, continuó al éste ganar la presidencia de la República en la primera vuelta de las elecciones de 2002; aumentó cuando el primer contingente de jefes "paras" entra en tierras de Santa Fe de Ralito, en el Departamento de Córdoba, para iniciar conversaciones sobre su "desmovilización" teniendo como interlocutor a su socio, amigo y copartidario…el mismo "Alvarito" que conocen desde siempre y esta euforia llegó a su éxtasis con la reelección del presidente en 2006.
A Mancuso, Don Berna, Jorge 40, Ernesto Báez se adhieren otros monstruos de horror cuyo solo nombre trae a la memoria la desolación y la muerte: Vicente Castaño, Miguel Arroyave, Gordo Lindo, El Alemán, Cuco Vanoy, Macaco, Pablo Sevillano, Ramón Isaza, Hernán Giraldo, HH, los Mellizos….en pútrida mezcla de paramilitarismo y narcotráfico; van desfilando confiados hacía Ralito o se integran más adelante al "proceso", con la seguridad que les brinda la ayuda financiera aportada en enormes sumas de dinero desembolsado generosamente para imponer a Uribe; los acompaña la certeza que sin la moto sierra disuasoria de votantes reacios a su proyecto, la compra y trasteo de votos, el fraude electoral, las amenazas de muerte a los jurados electorales y mil triquiñuelas más de tinte mafioso utilizadas en las "democráticas" elecciones colombianas; su símil Álvaro, jamás hubiera alcanzado la primera magistratura. También jugaba a su favor la cantidad de información atesorada en sus computadoras, libretas de notas, cintas filmadas o grabadas, cartas, recuerdos y una infinidad de testigos presenciales conocedores de quienes en el alto mundo imperial, transnacional, estatal, gubernamental, político, económico, militar, judicial, social, cultural, religioso; del país y del extranjero ; los promovió, financió, acompañó y amparó, de una u otra manera, en la pesadilla del terror desenfrenado sin límites contra el pueblo colombiano. Estos datos los guardan "bajo siete llaves" puesto que los consideran valioso tesoro seguramente utilizable en el próximo futuro ya que en escrúpulos morales no confían en Uribe que es tan degradado como ellos mismos.
Las preocupaciones son a largo plazo. Por el momento corren los tiempos de alegría indescriptible en Ralito, lugar transitorio de estadía de la escalofriante recua de nuevos "señores" en su camino de refundar la República sobre las bases del fascismo a la "criolla".
Se sienten seguros, protegidos por ese Estado promotor de sus fechorías al cual defienden con piadosa fe religiosa puesto que lo convirtieron en carne de su propia carne y sangre de su propia sangre.
Saben que en poco tiempo legalizarán sus fortunas mal habidas, perciben que no serán extraditados a los Estados Unidos, comprenden que purgaran ínfimas condenas carcelarias dejando las celdas vacías para asumir directamente la titularidad de sus sillas en el parlamento ocupadas por testaferros políticos aun no detectados o aspirar a una gobernación, embajada, ministerio o a la misma presidencia de la nación.
Se creen con el legítimo derecho de reclamar y recibir los más grandes honores como pago por los servicios prestados para salvar a la nación de la amenaza comunistas de las FARC-EP. Ellos habían estado en el primer puesto de combate asesinando sobre seguros a la población desarmada.
Hablan duro y reclaman con fuerza su papel en el proyecto de país que pretenden crear junto con la extrema derecha fascista.
El enfrentamiento es entre pillos. Los narcoparamilitares jamás desmontaron sus estructuras financieras, militares, sicariales, laboratorios, rutas e infraestructura de tráfico de narcóticos desde Colombia con destino a los mercados de los Estados Unidos y Europa.
Siempre subordinados a la inteligencia militar del ejército oficial induce a metamorfosis las antiguas autodefensas unidas de Colombia (AUC), extrayendo de la crisálida del terrorismo de Estado el denominado grupo de las "Águilas Negras", heredero de importantes contactos políticos a todos los niveles del Estado y del mundo económico que los cobija con las amplias y desplegadas alas de la impunidad.
Con renovados rostros y bajo el nuevo nombre de la vieja matriz de muerte prosiguen el reinado del terror contra las masas. Esto permite al gobierno control casi absoluto sobre las comunidades para impedir que el descontento popular, subyacente entre "los de abajo", se transforme en protesta, movilización y lucha organizada del pueblo contra la camarilla gobernante.
La ilusoria embriaguez de los capos paramilitares por seguir usufructuando de las mieles del poder del Estado que creen tener asegurado les durará poco tiempo. Choca inevitablemente con los intereses de la mafia política y económica de cuello blanco quien calculadamente los utiliza. Sí, necesita de ellos… para imponer y consolidar las políticas neoliberales. Las cosas han cambiado y ahora esa macromafia no está dispuesta a repartir el ponqué de los jugosos contratos y puestos oficiales con personas que el país mira como los peores asesinos; tratan de evitar que sus costosos trajes de gala y su "fina" reputación sean salpicados con la sangre aun fresca esparcida por la moto sierra; se cuidan que el dedo acusador de la mano cercenada desenterrada de la fosa común, los señale acusadoramente como directos responsables de la espantosa y depravada matazón.
La responsabilidad de esos crímenes debe ser asumida exclusivamente por los jefes encarcelados y sus criminales huestes, idiotas útiles que allanaron el camino hacia la Casa de Nariño, de la verdadera gran mafia de Colombia: la denominada "clase política", cuya "sagrada pureza" debe ser conservada por el bien de la patria.
Los asesinos, indispensables aliados de los políticos hasta hace poco tiempo, se convierten en lastre indeseable en el presente y en una maldición bíblica al futuro. Pretenden esconder la participación directa en el anegamiento del país con la sangre de los humildes de Colombia. Simulan desconocer que ese mar de sangre nutre el campo colombiano donde germina la justicia insurgente conocedora de la incestuosa relación.
El torcido Uribe, especialista en borrar las huellas de sus oscuras andanzas sabe que tiene que "eliminar" la molesta presencia del monstruo que ayudó a engendrar. Encarga la tarea al avieso y servil comisionado de "paz" Luís Carlos Restrepo. El psiquiatra entra en acción. Mentiras, triquiñuelas, maniobras de engaños de la peor calaña empleadas solo entre asquerosos especímenes del bajo mundo del crimen; estimula la intriga y la traición al interior del desalmado grupo de asesinos, los divide y debilita. Diestro gato cazador se divierte jugando con el ratón acorralado en las prisiones del régimen.
En tertulias privadas sostenidas con los jefecillos, el comisionado (conocedor que estos "señores" no cejaron de delinquir), hipócritamente les jura y promete que jamás serán extraditados a los Estados Unidos. Todo marcha bien, no tienen porque preocuparse, algunas medidas tomadas en cuanto a traslado de cárceles o restricciones en las celdas y patios donde viven, tienen por objeto aplacar la "opinión pública" alborotada por las denuncias de ciertos periodistas, quienes acusan, sin fundamento, a los detenidos de seguir delinquiendo desde el penal.
La suerte de los visibles jefes paramilitares de la primera línea del gatillo y moto sierra queda sellada cuando el país se enfrenta a la podredumbre que se le ocultaba desde las alturas del poder.
Las valientes denuncias de algunos periodistas independientes, dan lugar para que se conozca la existencia de la denominada parapolítica. Con estupor se conoce que prominentes figuras integrantes de los partidos adeptos a Uribe, son en realidad, aristocráticos paramilitares de perfumados salones e importantes clubes sociales; hombres y mujeres elegidos por el uribismo a la cámara de representantes, el senado, gobernaciones, diputados, alcaldes; burgueses y terratenientes lumpenizados. Nombres y apellidos de rancia alcurnia llenan los titulares de los noticieros y luego atestan los patios de la cárcel La Picota de Bogotá. No pasa un día sin el respectivo escándalo y cada escándalo se acerca a las gradas de la Casa de Narquiño. Uribe decide jugársela por los parlamentarios detenidos, puesto que necesita sus votos para hacer aprobar las leyes que le permitan gobernar a su antojo relegando a un segundo plano a los "señores" de Itagüí consentidos de ayer que sienten el abandono presidencial y comienzan a exigir mayor atención del gobierno para que les cumpla los compromisos de resolverles favorablemente la situación jurídica. Ante la desidia oficial comienzan a filtrar, a cuenta gotas, la información que guardaban para el momento propicio.
Con la yidispolítica se inicia el ciclo. Conocedor del peligro que representa la conducta insubordinada de sus pares, con el supuesto de conjurar para siempre la amenaza de que se conozca públicamente la verdad de la participación del propio Uribe en la pesadilla del terror padecida por Colombia; éste decide apresurar la traicionera extradición a los Estados Unidos de sus quince amigos integrantes de la visible cúpula del terrorismo estatal narco paramilitar.
La reciente visita familiar de emisarios del crimen al palacio presidencial en modo alguna no es fortuita. Fue un desesperado aleteo de "Don Berna" por salvarse él de la remisión a los Estados Unidos y de ayudar a Uribe a golpear la Corte Suprema de Justicia. De nada les sirvió a uno y otro la patraña conspirativa.
Las personas honestas de Colombia, militares y policías de honor en todos los escalones de estas instituciones, clérigos dignos de Cristo, jueces, magistrados y fiscales incorruptibles, demócratas, obreros y campesinos, estudiantes, indígenas, afrodescendientes, artistas e intelectuales, periodistas independientes; todos los excluidos y oprimidos de la patria y junto a ellos las reservas morales que existen en nuestro país debemos cerrar filas para impedir que desde las modernas madrigueras de la Casa de Narquiño y el parlamento, desde algunos cuarteles del ejército y la policía, desde los escritorios de los dueños de los grandes medios de comunicación y las salas de redacción de periódicos, revistas y tv.; desde algunos recintos religiosos y desde las cárceles del país los malhechores de Colombia sigan manejando a control remoto, la pistola y la moto sierra contra nuestro pueblo. La pasividad, en este caso es cómplice. Por decir lo menos. La hora es de combate, cualquier método de lucha es valida contra estos asesinos.
Modificado el ( ABP/16/09/2008 )

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