miércoles, 26 de marzo de 2008

Programa la Voz del Tupamaro, del día Miercoles 26 de Marzo del 2008


Biografía de Monseñor Oscar Arnulfo Romero



Oscar Arnulfo Romero y Galdámez nació un 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, Departamento de San Miguel, en el oriente de la República de El Salvador. Su padre era telegrafista y su madre de oficios domésticos, de orígenes muy humildes y católicos muy devotos.
Estudió plan básico en San Miguel hasta la edad de doce años. Abandonó sus estudios y se dedicó al aprendizaje de carpintería y a la música. Fue durante este tiempo, en 1930 y a los trece años de edad, que Oscar recibió su llamada al servicio de Dios. Ingresó al seminario menor en San Miguel y luego, en 1937, se mudó a Roma donde terminó sus estudios teológicos en la Universidad Gregoriana el 4 de abril de 1942. Los fines de semana se dedicaba a enseñar catecismo en las parroquias populares de la ciudad eterna. Por motivos económicos y a causa de la segunda guerra mundial, sus familiares no pudieron viajar a Roma para asistir a su graduación. El joven sacerdote regresó a El Salvador en 1943, con una breve pausa en la isla de Cuba, ya que el entonces presidente, Fulgencio Batista, lo detuvo y lo internó en un campo de concentración organizado por el gobierno cubano. Por fin, regresó a su natal San Miguel y el obispo le confió la parroquia de Anamorós, un pueblo cerca de San Miguel donde se venera la patrona de El Salvador, Nuestra Señora de la Paz.
En 1966, es nombrado Secretario de la Conferencia de Obispos en El Salvador, cargo en el cual permanece por once años más. Durante este tiempo, Oscar difundió centenares de sermones emotivos y espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica. En 1970, Oscar es nombrado Obispo y ejerce al lado del entonces Arzobispo de San Salvador, Monseñor Chávez y González. También desempeñó su oficio en 1974, en la parroquia de Santiago de María, en el Departamento de Usulután.
El 3 de febrero de 1977, la Iglesia Católica en el Vaticano bajo el mando de Pablo VI, le concedió el título de Arzobispo de San Salvador, sólo unas semanas antes de las elecciones presidenciales que trajeron al General Carlos Humberto Romero a la presidencia de la república. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los tres años que sirvió como Obispo de San Salvador
En enero de 1979, Monseñor Romero se unió al resto de los obispos de Latinoamérica en Puebla, México; para discutir el futuro de la Iglesia. El nombramiento de Juan Pablo II hizo hincapié de la importancia de esta junta. En Puebla, Monseñor Romero recibió el reconocimiento y el apoyo que buscaba para fortalecer su posición dentro de la Iglesia salvadoreña y enfrentar un gobierno corrupto que intentaba silenciar su voz. Cuarenta Obispos de Latinoamérica firmaron una carta de soliradidad, alabando su lealtad al Evangelio y a la Teoría de la Liberación. La Teología de la Liberación se basa en la palabras de Cristo: "Pónganse de pie y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Esta teología pretende liberar a los pobres de la injusticia social, del hambre y de la miseria.
Durante la guerra civil de este país que daba comienzo en 1979, Monseñor Romero se convirtió en la "voz de los sin voz" y en "el pastor del rebaño que Dios le había confiado" por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados. Tras el asesinato de su colega y buen amigo, el sacerdote Rutilio Grande, Monseñor Romero cita las enseñanzas de su Papa favorito, Pío XI: "La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la política toca el altar, la Iglesia defiende el altar." Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. Dio noticias de las desapariciones de la población civil, de las torturas y matanzas de las Fuerzas Armadas y se atrevió a seguir denunciando el gobierno corrupto en un terreno resbaladizo del juicio histórico. Se atrevió a dar nombres y apellidos para describir esa opresión de los pobres que, como enseña el Catecismo de de San Pío X, clama venganza ante Dios. Son muchos los militares y periodistas los que asistieron a sus sermones que siempre trataron de la actualidad del país y Monseñor Romero recurrió a las palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para juzgar la política.
Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo de calibre 25 directo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador. Fue en este día que los corazones salvadoreños se manifestaron y se dividieron. Mientras unos lloraban la muerte de Monseñor ante el cuerpo sacrificado a los pies del altar, otros celebraban y brindaban por "la ejecución de ese comunista hijo de puta". Su muerte martirial sancionó para siempre su vida y lo ha convertido en una buena noticia para los hombres de nuestro mundo contemporáneo. Es el símbolo real de muchos mártires, sobre todo de la multitud de mártires anónimos, porque su disposición fue siempre de dar su vida por Dios.
La figura y el legado de Monseñor Romero sigue generando simpatía entre la población salvadoreña, especialmente entre los pobres. Pero también su figura es rechazada por los poderosos, quienes siempre le criticaron su posición en contra del gobierno y de las fuerzas armadas de El Salvador que cometían actos de brutalidad entre la población campesina. En medio de una historia de dolor, vivió y compartió con los pobres su fe inquebrantable en el Señor de la Vida, la esperanza de ver realizada en El Salvador la realidad cristiana de unos cielos nuevos, de una tierra nueva, y una caridad no sólo anunciada, sino encarnada en el destino de los pobres. Con ellos, desde ellos y para todos proclamó los grandes valores que Dios ha dado a la humanidad.
Para muchos, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más grande del país y, desde su asesinato, su legado ha traspasado fronteras y se ha convertido en un símbolo universal de la justicia y de la paz. Su proceso de beatificación y canonización se inició el 24 de marzo de 1994 a cargo del sacerdote Rafael Urrutia, párroco de la misma capilla donde Monseñor fue asesinado. Ahora le conocen como "El Profeta y Mártir de la Américas".
María Estela Martínez de Perón
Alias Isabelita. Nació en La Rioja, Argentina, en 1931. Fue la primera mujer que ocupó el cargo de Presidente de la Nación Argentina entre 1974 y 1976, tras suceder a su marido Juan Domingo Perón. Fue depuesta por la junta militar encabezada por Jorge Rafael Videla, dando origen al Proceso de Reorganización Nacional. Vive exiliada en España desde 1981.
Isabel Martínez de Perón contrajo matrimonio en 1960 con Perón, a quien había conocido en un local bailable de Panamá. Lo acompañó en su exilio español. En carácter de delegada personal de Perón, viajó a Argentina en 1965 para hacer frente al fenómeno del neoperonismo.
Cuando, tras el gobierno de Héctor José Cámpora,
Perón regresó a la Argentina para presentarse a las elecciones de 1973, Martínez lo acompañó como vicepresidente en la fórmula Perón-Perón; obtuvieron más del 60% de los votos. Perón falleció el 1 de julio de 1974, y Martínez asumió la presidencia ese mismo día.
Su ministro de Bienestar Social y secretario personal,
José López Rega, conocido como el Brujo, ejerció una casi total influencia sobre Martínez en esta fase del gobierno. En su intento de hacer primar los intereses de la derecha peronista sobre los distintos movimientos sociales, López Rega desvió fondos públicos para el financiamiento de una formación ilegal conocida como Alianza Anticomunista Argentina o triple A; dicha banda paramilitar, bajo su dirección, emprendería acciones de hostigamiento a figuras destacadas de la izquierda que acabarían en atentados, secuestros, torturas y asesinatos.
Desde el gobierno la actitud de control fue también rigurosa, interviniendo varias provincias disidentes, universidades, sindicatos, los canales de televisión privados, y reforzando la censura contra diarios y revistas. Durante este período se vivieron situaciones marcadas por un notorio oscurantismo y una casi completa inoperancia administrativa en todos los niveles del gobierno.
La economía argentina también sufrió daños severos, con una inflación galopante, una paralización de las inversiones de capital, la suspensión de las exportaciones de carne a Europa y el inicio del crecimiento incontrolable de la deuda externa. La solución de corte monetarista intentada por el ministro Alfredo Gómez Morales, un histórico del peronismo, no tuvo éxito, y provocó una fuerte retracción de la liquidez, iniciando un complicado proceso de estanflación. La suspensión de las compras de carne argentina por el Mercado Común Europeo empeoró la situación.
En junio de 1975, el nuevo ministro de Economía, Celestino Rodrigo, auspiciado por López Rega, aplicó una violenta devaluación de la moneda acompañada de aumentos de tarifas; el llamado Rodrigazo, parte del plan de López Rega para debilitar las presiones sindicales a través del desprestigio de sus principales operadores, provocó sin embargo la primera huelga general contra un gobierno peronista. En julio de 1975, ante la huelga general y la presión callejera de la CGT y, en especial de la Unión Obrera Metalúrgica de Lorenzo Miguel, López Rega se vio obligado a renunciar a su cargo en el gobierno y abandonar el país.
Ante la creciente actividad de los grupos de izquierda —tanto los que actuaban dentro del peronismo, los Montoneros, como otros de corte marxista, el Ejército Revolucionario del Pueblo— y de extrema derecha, Martínez decidió fortalecer la acción de gobierno. La renovación de la cúpula militar, que incluyó entre otras medidas la designación de
Jorge Rafael Videla al frente del ejército, fue parte de un programa de endurecimiento del control, que incluyó también el cierre de publicaciones opositoras. La decisión de recurrir a la fuerza militar desembocó en la firma en 1975 del decreto que da inicio al Operativo Independencia, la intervención de las fuerzas armadas en la provincia de Tucumán que dio inicio a la guerra sucia. Martínez pidió licencia del cargo durante algunos días, dejando el ejercicio del cargo al presidente provisional del Senado Ítalo Lúder entre el 13 de septiembre y el 16 de octubre de 1975. En un momento de especial tensión, amenazó desde el balcón de la Casa Rosada con convertirse en la mujer del látigo.
A pesar de la creciente presión militar, expresada en un levantamiento controlado a duras penas de la Fuerza Aérea, Martínez se negó reiteradamente a renunciar, aunque anunció el adelanto de las elecciones presidenciales para fines de 1976. Sin embargo, el 24 de marzo de ese año un golpe de estado orquestado por los líderes de las tres fuerzas, constituidos en
junta militar puso fin a su gobierno; acusada de malversación de fondos, Martínez fue puesta en prisión en la residencia de El Messidor, Neuquén y luego en una quinta en la localidad de San Vicente, ubicada en el conurbano de Buenos Aires. Fue investigada por la Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial (CoNaRePa) acerca de actos de corrupción.
Una vez liberada, en julio de 1981, se radicó en Puerta de Hierro, (Madrid). Su exilio español ha implicado la cesación casi absoluta de su actividad política, aunque regresó ocasionalmente a la Argentina. El plebiscito sobre el Canal de Beagle fue ocasión de su última aparición como figura histórica del peronismo, cuyos sectores más personalistas mantenían el respeto por la viuda de Perón. Carlos Saúl Menem y Emilio Eduardo Massera la visitaron en varias oportunidades.

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