martes, 21 de abril de 2009

Los desterrados por la violencia se toman la plaza Bolívar de Bogotá

Los desterrados por la guerra llevan casi un mes acampados en la plaza de Bolívar. Como el gobierno no les presta la atención debida, hacen un llamado a la solidaridad internacional.

Los desterrados por la violencia en Colombia se tomaron la céntrica Plaza de Bolívar. Cansados de vagar cual espectros por las calles y avenidas instalaron su campamento frente al mismísimo congreso de la república. Pero hasta ahora no han conseguido nada ¿Adónde ir? Quizás a meterse debajo de un puente o a compartir la madriguera con las ratas. Extienden las manos a los viandantes pidiendo una limosna y reciben casi siempre una mueca de desprecio. Ellos representan ese país clandestino al que todos le dan la espalda. Son unos apestados y huelen a pobreza y eso es imperdonable. Con seguridad no hay peor castigo.
Sobreviven gracias a la caridad pública. El gobierno colombiano aún no les cumple las promesas de ayudas e indemnizaciones. Y no han tenido más remedio que acampar en plena Plaza de Bolívar como una forma de protesta. Ahí duermen a la intemperie bebés, niños, ancianos, mujeres y hombres. Nuestros campesinos se extinguen mientras los grandes latifundistas y paramilitares se benefician de su tragedia. Porque el 80% de las tierras productivas del país están en sus manos.
¿Y ahora qué van a cosechar en el cemento y el asfalto? Nada más que humillaciones e indiferencia. En esta misma plaza de Bolívar fue sacrificada el día 14 de noviembre de 1817 la heroína de la emancipación, Policarpa Salavarrieta. Antes de caer fusilada por las balas Realistas lanzó una sentencia lapidaria: "pueblo indolente y cobarde ¿por qué no tomáis partido por la libertad?" Realmente con los desplazados de esta injusta guerra la sociedad apenas si ha sido solidaria.
El destierro de millones de seres humanos es un crimen execrable. El desarraigo es también una tortura pues ahora tendrán que asumir una nueva identidad completamente ajena a su idiosincrasia. Han perdido su medio de subsistencia y deben integrarse a la vida urbana. Y esa encrucijada es como un callejón sin salida.
En Colombia el principal problema es el de la distribución de la tierra. Siglos de conflictos y enfrentamientos que han marcado la historia de nuestro país. Lo más urgente, una reforma agraria que ponga fin al yugo explotador de los amos. ¡Tierra y libertad! sigue siendo la consigna desde la revolución de los comuneros a finales del siglo XVIII. Este es uno de los justificantes de la lucha armada que ha inspirado a las guerrillas comunistas.
Entre tanto el Ministerio de la Guerra acaba de comprar diez helicópteros Black Hawk que costaron doscientos millones de dólares. La guerra es su política, mejor dicho, matar, exterminar al pueblo soberano. Hoy domingo el ex senador del Polo Democrático y ex guerrillero Gustavo Petro almuerza con su familia en el famoso restaurante "Andrés Carne de Res". Allí sin ningún rubor se codea con la flor y nata de la burguesía bogotana. Este caradura dice que es de izquierdas y que se debe a los hambrientos y oprimidos. Jamás se ha dignado visitar el campamento en resistencia. Y como para variar hoy domingo el alcalde de la capital Samuel Moreno disfruta de un almuerzo al aire libre junto a los suyos en el club los Lagartos, uno de los más exclusivos de la capital. Dedicado a las francachelas y comilonas tampoco se le ha visto por allí aunque su despacho se encuentra a menos de cien metros del sitio de la protesta. Luego se jacta de ser un adalid de la justicia y los derechos humanos. Y paremos de contar porque si habláramos del gobierno y sus aliados entraríamos en un terreno hediondo y putrefacto.
Los verdaderos protagonistas hoy domingo en la plaza de Bolívar son los desterrados que van a completar casi un mes durmiendo al raso, aguantando frío y lluvia. No se van a mover hasta que no se cumplan sus justas reivindicaciones de vivienda, empleo, salud y educación. En fin, las mismas que exigen el más del 60% de los colombianos. Es un derecho constitucional, que por negligencia, el estado jamás ha cumplido.

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