Para el próximo 20 de julio la oligarquía colombiana ha convocado a una movilización a favor de la libertad de todos los secuestrados. Verdadera paradoja de esta sociedad caracterizada como una con los mayores niveles de desigualdad en el mundo y donde la verdadera voz que clama por la libertad (que es la de quienes luchan contra estas desigualdades) es desatendida –cuando no tergiversada— por los medios de comunicación que pertenecen y obedecen a los intereses de esas mismas oligarquías.
Recuerdo mis tiempos en la universidad pública, uno de esos pocos espacios de libertad y de pensamiento crítico que aún subsisten en este país y en donde se podía reflexionar sobre la Filosofía de la Liberación o la alteridad, y considerábamos que para acercarnos al ideal de una sociedad igualitaria, justa y no excluyente, el socialismo constituía la vía que cada pueblo debía comprender y abrazar de acuerdo a sus propias realidades, vía que hoy recorre la mayor parte de nuestra América Latina bajo las directrices del socialismo del siglo XXI impulsado con valor y constancia desde la República Bolivariana de Venezuela.
Recuerdo también una alocución del Gran Hermano, Álvaro Uribe Vélez, en la que avisaba al presidente Hugo Rafael Chávez Frías que su proyecto no tenía cabida en Colombia. Y es que en este país parece que sólo tiene cabida el macabro proyecto que enajena las conciencias y voluntades del pueblo para mantenerlo atado a las cadenas de la opresión, la explotación y la injusticia social; las voces que se atreven a disentir o hacen el llamado a la reflexión se convierten en terroristas y enemigos del pueblo. Vaya paradoja.
No es de extrañar, entonces, una nueva marcha nutrida por el engaño y la enajenación, convocada a favor de la “libertad” por aquellos mismos que se la niegan a las inmensas mayorías de esta patria que parece no tener dolientes.
Por ello escribo este mensaje, como una invitación a no participar en la marcha de la enajenación, a resistir el bombardeo de desinformación a que somos sometidos a diario, a mantener conciencia de que estos “secuestrados” a quienes llama a liberar la oligarquía son el resultado de una lucha legítima y valiente por la libertad y justicia de quienes representan el último frente de batalla, el último grito desesperado en representación de los millones de verdaderos secuestrados
Recuerdo mis tiempos en la universidad pública, uno de esos pocos espacios de libertad y de pensamiento crítico que aún subsisten en este país y en donde se podía reflexionar sobre la Filosofía de la Liberación o la alteridad, y considerábamos que para acercarnos al ideal de una sociedad igualitaria, justa y no excluyente, el socialismo constituía la vía que cada pueblo debía comprender y abrazar de acuerdo a sus propias realidades, vía que hoy recorre la mayor parte de nuestra América Latina bajo las directrices del socialismo del siglo XXI impulsado con valor y constancia desde la República Bolivariana de Venezuela.
Recuerdo también una alocución del Gran Hermano, Álvaro Uribe Vélez, en la que avisaba al presidente Hugo Rafael Chávez Frías que su proyecto no tenía cabida en Colombia. Y es que en este país parece que sólo tiene cabida el macabro proyecto que enajena las conciencias y voluntades del pueblo para mantenerlo atado a las cadenas de la opresión, la explotación y la injusticia social; las voces que se atreven a disentir o hacen el llamado a la reflexión se convierten en terroristas y enemigos del pueblo. Vaya paradoja.
No es de extrañar, entonces, una nueva marcha nutrida por el engaño y la enajenación, convocada a favor de la “libertad” por aquellos mismos que se la niegan a las inmensas mayorías de esta patria que parece no tener dolientes.
Por ello escribo este mensaje, como una invitación a no participar en la marcha de la enajenación, a resistir el bombardeo de desinformación a que somos sometidos a diario, a mantener conciencia de que estos “secuestrados” a quienes llama a liberar la oligarquía son el resultado de una lucha legítima y valiente por la libertad y justicia de quienes representan el último frente de batalla, el último grito desesperado en representación de los millones de verdaderos secuestrados
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