jueves, 17 de julio de 2008

Después del paro

El paro del 9 mostró tres cosas. La primera, la ineptitud del Gobierno para enfrentar los conflictos sociales. La segunda, la debilidad de la CGTP y los grupos izquierdistas que promovieron la paralización. La tercera, el permanente descontento de sectores de la población, sobre todo en el sur y centro del país, que carecen de un liderazgo nacional.
INEPTITUD En esta ocasión se puso de manifiesto, de manera notoria, el grado de incompetencia de los políticos apristas. El repugnante 'spot' de Vladimiro Montesinos y el enredo posterior fue una muestra de ello, aunque no la única. Realmente hay que ser muy torpe para utilizar la imagen y las palabras de uno de los mayores delincuentes que ha tenido el Perú en el último siglo para tratar de desacreditar un paro. Sobre todo porque se trata de un mentiroso habitual, que adultera sistemáticamente los hechos.
Con el agravante de que el Apra ha tenido desde el principio de su gobierno una alianza con el fujimorismo que, como se observó la semana pasada, ha restablecido plenamente sus relaciones con Montesinos. Con el 'spot' no hicieron sino renovar la preocupación de mucha gente sobre ese compromiso inicuo.
Además, como saben los que conocen algo del movimiento sindical, no es cierto que el Sutep no hiciera huelgas en la década de 1990, como afirma Montesinos. El 8 de mayo de 1991 inició una de las más largas huelgas de la historia del sindicalismo -duró 109 días- en la que finalmente fue derrotado. Eso debilitó al sindicato. Pero ello no fue obstáculo para que el Sutep realizara paralizaciones durante todos los años siguientes. (Ver Sigfredo Chiroque, "¿Cuántos maestros son sutepistas?", Instituto de Pedagogía Popular, marzo 2004.
En el cuadro Nº 2 hay una extensa relación de los paros del Sutep en la década de 1990). La defensa del 'spot' que hizo el presidente Alan García el jueves pasado, asumiendo como propias las mentiras de Montesinos, muestra no solo desinformación sino arrogancia y soberbia que le impiden reconocer un error tan obvio. TORPEZA Quizás lo más revelador del estilo vicioso de los apristas es su incapacidad para hacer lo que los políticos descubiertos en falta hacen: pedir disculpas y reconocer su error. En lugar de eso, se han enredado en una increíble explicación de que el 'spot' no fue contratado por el Estado sino con dinero del Partido Aprista. Para justificar esa grosera mentira, dice que pagaron más de 50,000 soles en efectivo.
Pero como ha recordado Juan Carlos Valdivia, si hicieron eso cometieron un delito, pues la ley prohíbe pagar más de 3,500 en efectivo. ("El Apra le cree a Montesinos ¿Usted le cree al Apra?", Correo, 9.7.08). Es decir, se han metido en un embrollo que les costaría muy caro si es que existiera oposición política e instituciones que de verdad fiscalizaran al poder. Por último, la torpeza mayor es que el 'spot' debería tratar de desalentar a los indecisos, a los que desconfían del Gobierno y simpatizan con la protesta -un 57%, según la encuesta nacional de Ipsos Apoyo previa al paro-, pero que no necesariamente participan en ella. ¡Y esas personas no son precisamente admiradoras de Montesinos! DESORDEN Otra muestra de la incapacidad del Gobierno para manejar la situación es que el premier Jorge del Castillo quedó prácticamente solo para enfrentar políticamente a los promotores del paro. Así, Del Castillo tuvo que cumplir simultáneamente las funciones que siempre se dividen: la del dialogante y concertador y la del que ataca. Nadie lo ayudó en el Apra. Peor aún, el único que habló el día previo al paro fue el secretario general, Mauricio Mulder, no para apoyarlo sino para contradecirlo por haber debatido con Mario Huamán, de la CGTP.
Ántero Flores-Aráoz fue arrojado al ruedo sin tener que ver con el problema, que no corresponde al Ministerio de Defensa. Y Luis Alva Castro, como de costumbre, se escondió y solo apareció el último día para decir las vaguedades de siempre: que la ley se cumplirá y que la Policía evitará los disturbios, cosa que por supuesto no ocurrió. Finalmente, asustado por los sucesos de Moquegua, el Gobierno sobrevaloró el paro. Involucró inútilmente a los militares y creó una situación de zozobra que no se justificaba. SOLO PONE LA FECHA La CGTP cumplió la única función que puede asumir, dada su intrínseca debilidad, poner una fecha a la que se suman diversos sectores y movimientos regionales que aprovechan la ocasión para agitar sus reivindicaciones. Los paros ahora no consisten en que los trabajadores dejen de laborar, sino en bloquear carreteras y pistas y, eventualmente, provocar violentas asonadas como las de Puerto Maldonado y Huancavelica.
Las movilizaciones y disturbios en buena parte del país son consecuencia del descontento con el Gobierno, al que atribuyen el alza de los alimentos y el aumento de la inflación, que afecta sobre todo a los más pobres. Y de problemas locales irresueltos. La CGTP no es capaz de organizar ni de dar cauce a esos movimientos regionales dirigidos por muchos caudillos locales y por organizaciones ad hoc de intermitente y efímera existencia.
VACILANTE No existe tampoco un liderazgo político que capitalice ese descontento. Quien mejor colocado estaba para hacerlo, Ollanta Humala, demostró una vez más que carece de las cualidades políticas para eso. Simplemente desapareció de la escena. Su única política parece ser la de no comprometerse con nada. El 14 de julio de 2004, Alan García salió a marchar con la CGTP contra el gobierno de Alejandro Toledo. El paro fue un fracaso y una derrota para García, pero se la jugó. Perdió pero después se recuperó. Un político que no arriesga no tiene posibilidades de ganar, y Humala está en esa categoría.
EL DÍA DESPUÉS A pesar del descontento que expresan las encuestas y que se manifiesta en los movimientos de protesta, no existe una amenaza a la estabilidad del Gobierno. Hasta ahora, nadie es capaz de conducir esa insatisfacción, ni sindical ni políticamente. En consecuencia, lo que se puede prever en el futuro inmediato es que seguirán produciéndose explosiones de descontento, pero localizadas y sin coordinación entre sí. El Gobierno, a pesar de su manifiesta incapacidad política, no está amenazado, porque al frente no tiene una oposición organizada ni líderes hábiles y con agallas.

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