sábado, 30 de agosto de 2008

Austria: 15 minutos de aplausos despidieron a la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar

Salzburgo. Prueba superada.29 Ago. 2008.- Así resultó la noche final de la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar en el Festival 2008 en esta ciudad. De pie y con aplausos por más de 15 minutos, sólo interrumpidos por la batuta de Gustavo Dudamel para poner a sonar los instrumentos de sus muchachos, el público, que llenó el teatro más importante de la ciudad, el Großes Festspielhaus, premió a los músicos venezolanos con "bravos" y una fuerte ovación.Muchos sacaron sus mejores galas, pues los 120 euros que costaban las entradas en patio lo valían. De traje largo, ellas, y de smoking, ellos, algunos se entremezclaban con otros menos formales en el vestir, pero con el mismo gusto por tomar champaña a 13 euros la copa.Un grupo de músicos acompañó a los solistas Martha Argerich (piano) y los hermanos Renaud (violín) y Gautier Capuçon (cello), quienes, dirigidos por Dudamel, interpretaron el Triple concierto de Beethoven.Cuatro veces tuvieron que salir el director y los solistas a recibir los aplausos. El público no se levantó de sus asientos, pero con vítores, durante seis minutos, premió la actuación.Tras un receso, la tarima de la sala estaba repleta de sillas. Todos los músicos saldrían a escena para interpretar Cuadros de una exposi ción, de Modest Mussorgski.Una fuerte ovación de pie obligó al director y a los venezolanos a tres bises. La batuta de Dudamel interrumpió el momento que pintaba con todas las ganas de exceder los cinco minutos.El Mambo de Bernestein, de la pieza West Side Story, que se ha convertido en un caballito de batalla de Dudamel y sus chicos causó más frenesí. El punto máximo fue cuando los instrumentos comenzaron a danzar en las manos de sus intérpretes uniéndose al melódico bochinche.Nuevamente el público se levantó para aplaudir. En medio del bullicio, el director larense ubicó a José Antonio Abreu y lo buscó. Los aplausos se incrementaron cuando el maestro subió a la tarima. Fue ovacionado por el público y por los muchachos.La Marcha Radenski, de Strauss, fue la excusa para que se armara la fiesta. Dudamel comandó a su combo e hizo lo propio con las palmas de los asistentes.Más locura y otra vez el dire de los rulos pidiendo tranquilidad para cerrar con el último movimiento del Malambo La Estancia, de Ginestera. Más baile en tarima, más cellos danzantes y más gente aplaudiendo y gritando. Pero de nada les valió esta vez. A las afueras del teatro pedían que volvieran pronto.

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