jueves, 10 de enero de 2008

La nueva generación de paramilitares colombianos opera en cada lado de la frontera venezolana

El presidente Uribe tuvo su propio momento “misión cumplida” –al igual que su homólogo George Bush cuando en el 2003 ondeó sobre un portaaviones una pancarta con esta frase, refiriéndose a la supuesta eliminación de la insurgencia iraquí–, cuando dijo triunfalmente a las Naciones Unidas que en Colombia “actualmente no hay paramilitarismo, sino guerrilleros y narcotraficantes”

Esta ha sido la política del gobierno colombiano para negar rotundamente que continúan existiendo escuadrones de la muerte pro-gubernamentales de extrema derecha. Del 2004 al 2006, este presidió la desmovilización gradual- bloque por bloque - del enorme ejército paramilitar conocido como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), las cuales ha cometido los peores crímenes de lesa humanidad que hayan podido tener lugar en América, desde que terminó la Guerra Fría.

Pero un reportaje que apareció publicado esta semana en un periódico venezolano destacó el hecho de que no sólo en Colombia la pesadilla paramilitar no ha terminado, sino que ya ha cruzado el territorio de su vecino y forma parte de la política allá también. Los estados fronterizos del nordeste venezolano, tales como Zulia y Táchira, se han convertido en importantes bases de operaciones para las llamadas “bandas emergentes”, entre las cuales, la más famosa es la red conocida como las “Aguilas Negras”. Este grupo se encuentra conformado por paramilitares desmovilizados que han tomado las armas otra vez y han reclutado nuevos combatientes. Además, no tienen intención de abandonar su imperio político y criminal.

El 16 de diciembre, Panorama, el diario de la ciudad de Maracaibo (Zulia), citó “Un reporte confidencial, digno de total confianza para autoridades militares de Venezuela y Colombia”, en una nota donde se señala a Maracaibo como “la punta de lanza” de los paramilitares en el país. Además habla de un líder de las “Aguilas Negras”, conocido bajo el alias de “Salomón”, quien heredó lo que quedó de la organización liderada por el temible jefe paramilitar Jorge 40 - comandante del Bloque Norte de las AUC-, responsable de incontables asesinatos y masacres de campesinos, indígenas y otras víctimas inocentes, a lo largo de la Costa Atlántica colombiana.

Un resumen de inteligencia confirma que se tiene conocimiento de que: “La punta de lanza del paramilitarismo en Venezuela está en Maracaibo a cargo del ex policía y poderoso narcotraficante Miguel Villarreal Arcila, alias ‘El Salomón’, quien en ocasiones también se hace llamar ‘Gabriel’ o ‘El Flaco’. El hombre actualmente es el dueño de la ruta del narcotráfico de Venezuela.

“Tenemos identificadas 25 rutas del narcotráfico que nacen en Colombia, atraviesan el vecino país y dan a sus costas, de donde sale la cocaína al extranjero”.

Zulia, donde se concentra mucha de la riqueza petrolífera venezolana, es uno de los estados más antichavistas, y su gobernador fue el candidato de oposición más destacado en las últimas elecciones.

Una investigación anterior, publicada en una edición de agosto de Panorama, informó sobre la presencia de paramilitares en Táchira:

Desde hace tres años la presencia de paramilitares en la zona fronteriza del Táchira es una realidad, al igual que la formación de grupos disidentes relativamente nuevos provenientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Así nacieron “Las Águilas Negras”.

Este grupo irregular, según el comandante de la Brigada 30 del Ejército Colombiano. General Paulino Coronado, ha ocupado los espacios que tenían el Bloque Norte de Santander y el Bloque Catatumbo, pero su accionar traspasó la frontera del estado de Táchira.

Entraron a través de la ciudad fronteriza de Cúcuta, del departamento Norte de Santander, que queda a tan sólo una hora de la capital tachirense.

Su influencia ha marcado los índices delictivos del agitado estado venezolano, agobiado no sólo por la inseguridad personal, sino por delitos de mayor calibre como el plagio y la extorsión.

En el 2004, los paras y sus conexiones con ciertos miembros de la oposición venezolana encabezaron titulares en Venezuela y el mundo, cuando alrededor de 70 hombres colombianos fueron arrestados en las afueras de Caracas, acusados de ser paramilitares implicados en una conspiración de la derecha contra el gobierno de Hugo Chávez. Uno de los detenidos le dijo a la prensa que estaban siendo entrenados para atacar las bases de la Guardia Nacional venezolana. Y una redada que se llevó a cabo en Caracas el mes anterior, donde se encontró un arsenal de armas, evidenció que otro plan semejante podría haber estado fraguándose, nuevamente con paramilitares colombianos implicados, si bien esto no ha sido del todo comprobado.

Pero la violencia real ha tenido lugar cerca de la frontera, contra la población campesina de Venezuela. Desde el 2003 han aparecido repetidos informes sobre paramilitares colombianos contratados por terratenientes de los estados fronterizos de Zulia y Táchira, para intimidar y asesinar activistas campesinos, quienes muchas veces forman parte del programa de reforma agraria que Chávez ha iniciado. El último incidente de carácter similar ocurrió en octubre, cuando dos familias campesinas fueron masacradas en Táchira. En un comunicado del colectivo Tierra Nuestra se lee lo siguiente:

El pasado martes 02 de octubre, fueron asesinados por paramilitares colombianos, los campesinos Heriberto Peñalosa y Miguel Antonio Bastos, ambos miembros de la Cooperativa La Esperanza del Táchira, quienes eran el Presidente y Coordinador de Educación respectivamente.

Los campesinos asesinados eran legítimos ocupantes del Fundo “Rancho Rojo”, declarado ocioso por el INTI (Instituto Nacional de Tierras)… El pasado 16 de abril de 2007, el INTI, siguiendo procedimientos ajustados a derecho, entregaron el Fundo Rancho Rojo a los asociados de las cooperativas: “Los Tres Comandantes”, “La Esperanza”, “Futurama” y “Los Palmareños”; quienes desde la fecha hasta la actualidad ejecutaron actividades productivas en dichas tierras (ganadería bovina, siembra de pastos, cultivo de leguminosas, etc.).

La esposa del campesino asesinado Heriberto Peña, denunció que el terrateniente Iván Roa, presunto dueño del Fundo y quien jamás demostró su titularidad sobre el mismo, amenazó de muerte en varias oportunidades a los ocupantes del Fundo y manifestó abiertamente sus lazos con los paramilitares colombianos, aliados del gobierno de Álvaro Uribe.

El gobierno colombiano insiste que los que están siendo identificados como paramilitares no son más que miembros de bandas de narcotraficantes, y que la era de las acciones armadas de ultra derecha llevadas a cabo por ejércitos privados ilegales contra la izquierda, se han terminado en Colombia. Pero la continua oleada de informes como este sugiere que las motivaciones políticas forman parte importante de lo que hacen estos grupos, que ahora operan en ambos lados de la frontera.

Hay crecientes indicios también adentro de Colombia de que las Águilas Negras y grupos similares son más que gángsters y que se parecen más a sus predecesores de las AUC de lo que a Uribe le gustaría reconocer. Este reportero estuvo durante una semana en la región del Catatumbo (Norte de Santander) en junio de este año, y allí había constantes rumores de que se estaban conformando pequeñas células de las Águilas Negras, que además se estaban reuniendo con la Policía y el Ejército de la región. La Asociación Campesina del Catatumbo (ASCAMCAT) ha informado que soldados quienes hacen presencia en comunidades rurales han amenazado a residentes–diciéndoles que detrás del Ejército están esperando las Aguilas Negras para atacar a las comunidades organizadas–y que inclusive se han presentado como miembros de este grupo paramilitar. En Septiembre, ASCAMCAT informó:

El 20 de septiembre cuando hacían un recorrido por la vereda entraron a la zona, vestidos de la siguiente manera según informan los campesinos: pantalón camuflado, camiseta y pañoletas negras con insignias de "Águilas Negras". Se identificaron como pertenecientes a dicho grupo y robaron a su paso aves de corral de las comunidades.

No obstante, Las Águilas Negras han sostenido combates con el Ejército Colombiano en el Catatumbo y también en otras regiones del país. La dinámica de las relaciones entre las Águilas Negras y el Estado colombiano es todavía mucho menos clara que los vínculos entre las AUC y los altos mandos del Ejército.

El gobierno colombiano y el estadounidense han dirigido exitosamente, en general, la atención de los medios alrededor del fracaso de Venezuela para detener el narcotráfico en su territorio, el supuesto tráfico de drogas llevado a cabo por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la penetración de este grupo en territorio venezolano.

Pero las noticias que vienen desde Venezuela muestran que quienes han estado penetrando ese territorio realmente han sido los despiadados escuadrones narcoparamilitares de la muerte, algo que, según Uribe, es cosa del pasado.

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