sábado, 14 de junio de 2008

Jamás se debe ceder ante los chantajes del imperio


por Redactor ABP
ABP/12/06/2008
Editorial ABPLas presiones estadounidenses contra la región; la creciente agresividad del imperialismo yanqui contra los pueblos de América Latina y el Caribe, se hace cada vez mayor y pretende arrinconar a los gobiernos democráticos y progresistas, así como a los movimientos populares e insurgentes que luchan contra la opresión y en favor de la América bolivariana, unida y con justicia social.
En aras de su objetivo, el poder imperial y los gobiernos cipayos en América Latina han recurrido al chantaje y la amenaza de lanzar una ofensiva militar contra nuestros pueblos, particularmente contra ese eje de la resistencia que representan la Venezuela Bolivariana, el Ecuador Alfarista y la Colombia insurgente. Nada resultaría más satisfactorio para los Halcones gringos que la división entre las luchas que, desde distintas trincheras y con diferentes formas organizativas – las propias que exige su circunstancia histórica particular —, se oponen al avasallamiento económico, político, militar y cultural de nuestros pueblos latinocaribeños.
En un artículo de Iván Márquez (integrante del Secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) publicado en la Agencia Bolivariana de Prensa (“El computador de la perfidia”, 10/06/2008), el comandante guerrillero hace un llamado a los gobiernos progresistas de América Latina a no dejarse chantajear por el cada vez más claramente inventado “computador de Raúl Reyes”.
Este llamado se hace pertinente para todos los niveles y modalidades de la resistencia latinoamericana y caribeña, particularmente para los gobiernos que se ven sujetos al cumplimiento de políticas de Estado.
En este contexto resaltan las declaraciones sobre el conflicto colombiano emitidas por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Chávez Frías, el pasado domingo 10 de junio en el programa Aló Presidente.
Es cierto que decir que las FARC deben entregar unilateralmente a los prisioneros de guerra en su poder, sin recibir a cambio a los guerrilleros que diariamente sufren las condiciones infrahumanas de las cárceles uribistas, es contrario a la posición de abogar por un intercambio humanitario donde serían entregados los prisioneros de ambas partes, propuesta que, además de situar al conflicto colombiano en su verdadera dimensión, goza de la aprobación de las mayorías populares en Colombia y de la simpatía del pueblo venezolano.
Chávez declaró también que la lucha guerrillera sería obsoleta y que las FARC sólo constituyen un pretexto a modo para que el imperialismo estadounidense justifique una posible intervención militar contra la región. Estas declaraciones, hay que decirlo claramente, carecen de coherencia con el discurso y la dinámica que ha venido imprimiendo el proceso revolucionario venezolano a la búsqueda de la segunda y definitiva independencia de Nuestra América.
Difícilmente sabremos en lo inmediato las razones que han llevado al presidente Chávez a pronunciarse en este sentido, pero sí sabemos, en cambio, que el impulso revolucionario de Venezuela Bolivariana, su suerte como nación independiente y soberana, está íntimamente ligada a la suerte del pueblo colombiano y su admirable lucha.
En el muy improbable caso que la insurgencia colombiana fuera derrotada, los peligros de agresión imperialista contra Venezuela se multiplicarían exponencialmente. El pretexto para la agresión sería fácilmente fabricado por las oficinas del Pentágono estadounidense, eso no es obstáculo para ellos; pero la oportunidad, la correlación de fuerzas y la posibilidad de una respuesta conjunta entre la resistencia armada colombiana, las Fuerzas Armadas patrióticas y el pueblo venezolano quedaría sin uno de sus pilares. Ambos procesos, el venezolano y el colombiano, se acompañan y complementan.
Cierto, la batalla de las ideas es necesaria y posible; pero en Colombia los fusiles guerrilleros resguardan las ideas disidentes y revolucionarias que, de otra manera, serían masacradas. La lucha es la misma, y el respeto que nos merece la novedosa revolución venezolana es el mismo que nos inspira el ejemplo de Cuba socialista. Estos procesos contribuyen en igual medida que la dura y altiva lucha por la Nueva Colombia encabezada por las FARC.
La lucha por la liberación de nuestros pueblos no está basada en fórmulas, sino en un crisol de experiencias que deben ser asimiladas y respetadas por su grandeza y humanismo, sin miedo a los estigmas con que quieren marcarnos, independientemente de los métodos de lucha que utilicemos, nuestros enemigos.

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